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REVISTA DE MUSEOLOGÍA OT, 2025 AÑO 15, n.º 17, ISSN 2078-0664, ISSNE 2307-3942, ISNI 0000 0001 2113 0101
az Chávez, Hugo Vladimir. Mochizalco
Centro de Poder Potico y Simbólico Nahua en el Suroeste Salvadoro. p. 114-142
Mochizalco:
Centro de Poder Político y Simbólico Nahua
en el Suroeste Salvadoreño
Mochizalco:
Center of Nahua Political and Symbolic Power
in the Salvadoran Southwest
Hugo Vladimir Díaz Chávez
0000-0001-8315-0642
Trabajador de la arqueología
tunalkal@gmail.com
Fecha de recibido: 17 de agosto de 2024
Fecha de aceptación: 20 de octubre de 2024
DOI: https://doi.org/10.5377/koot.v1i17.18989
URI: http://hdl.handle.net/11298/1375
Resumen
Luego de quinientos años, la historia de los pueblos que componen la
primera raíz civilizatoria de lo que ahora llaman El Salvador continúa
oculta por una espesa oscurana. Las élites que han gobernado durante los
últimos 203 años han permitido que sólo retazos de ese devenir salgan
a la luz, ya sea para condenarles, ya sea para utilizarlos, como parte del
andamiaje de un proyecto Estado-nación que surgió al margen de su
pasado profundo. En ese escenario y desde una mezcla confusa de ideas
liberales, conservadoras y autoritarias, la intelectualidad salvadoreña a
lo largo del siglo XX promovió con ímpetu al indígena muerto, sumido
principalmente en el letargo y silencio de una cápsula arqueológica y
una historia estoica pero lejana. Al “indio” inanimado, aquel que no se
maniesta, exige o reclama, le fue cedido un pasado fabuloso junto a
deidades extranjeras, se le otorgaron héroes inexistentes y se le creó un
reino llamado Cuscatlán. Así, los otros pueblos que compartieron territorio
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e historia con el verdadero asentamiento pipil han sido convenientemente
invisibilizados, mientras se encadenó al olvido los otros núcleos político-
administrativos nahuas que coexistieron con el Cushcatan real. Entre
estos se encontraba Mochizalco, un centro de poder nahua vinculado a
un linaje casi mítico y de naturaleza multicultural que dominó lo que
ahora es el suroeste salvadoreño a través de un despliegue confederativo,
tal como lo registraron los Tlaxcaltecas hace cinco siglos.
Palabras clave: Mochizalco, Ahuachapán (El Salvador) - Nahuas. El Salvador
- Historia - Descubrimiento y conquista, 1524. Itzalco sitio (El Salvador).
Indígenas de México - Aztecas. Multiculturalismo. Filosofía Nahua.
Abstract
After ve hundred years, the history of the peoples that make up the rst
civilizing root of what is now called El Salvador continues to be hidden
by a thick darkness. The elites that have governed during the last 203
years have allowed only fragments of that becoming to come to light,
either to condemn them or to use them as part of the scaffolding of a
nation-state project that emerged outside of its deep past. In that scenario
and from a confusing mix of liberal, conservative and authoritarian ideas,
the Salvadoran intellectuals throughout the twentieth century vigorously
promoted the dead indigenous, mainly immersed in the lethargy and
silence of an archaeological capsule and a stoic but distant history. The
inanimate “Indian,” the one who does not manifest, demand or claim,
was given a fabulous past alongside foreign deities, non-existent heroes
were granted to him and a kingdom called Cuscatlán was created for him.
Thus, the other peoples who shared territory and history with the true Pipil
settlement have been conveniently made invisible, while the other Nahua
political-administrative centers that coexisted with the real Cushcatan
were chained to oblivion. Among these was Mochizalco, a Nahua
power center linked to an almost mythical lineage and of a multicultural
nature that dominated what is now southwestern El Salvador through a
congurational display, as recorded by the Tlaxcalans ve centuries ago.
Keywords: Mochizalco, Ahuachapán (El Salvador) - Nahuas. El Salvador
- History - Discovery and conquest, 1524. Itzalco site (El Salvador).
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Indigenous people of Mexico - Aztecs. Multiculturalism. Nahua
philosophy.
Durante el siglo XX se promulgó de manera intensa la concepción de
que “Cuscatlán” era el nombre antiguo del ahora territorio nacional,
hasta el punto en el que actualmente dicho topónimo es sinónimo de El
Salvador dentro del imaginario popular. Esta idea fue alimentada desde la
intelectualidad en las primeras décadas de 1900, para luego integrarse a un
discurso nacionalista retomado y amplicado por los regímenes militares a
partir de 1932. Bajo lo que puede pensarse como un mero ropaje dialéctico,
esta consolidación simbólica se gestó en contraposición de las ideas
liberales sobre las que se cimentó el proyecto Estado-nación salvadoreño
en las últimas tres décadas del siglo XIX, desde las cuales se renegaba
abiertamente de las raíces mesoamericanas al considerar que los pueblos
indígenas eran “un obstáculo al progreso y la modernidad” (López,2008).
No obstante, conforme en la realidad actual, dicha oposición no tuvo el
n de superar el desprecio de la elite hacia las poblaciones originarias,
sino más bien adaptarlo en función de los intereses de la oligarquía
criolla, dentro de los cuales el “indio” muerto fue necesario para otorgar
consistencia al proyecto Estado-nación, mientras se condenaba a la
pobreza absoluta a los indígenas que existían y resistían, tanto material
como espiritual.
La construcción simbólica de “Cuscatlán” forma parte de ese despojo,
ya que centra y resume los elementos identitarios en un solo grupo
étnico al enaltecer con mayor vehemencia la herencia nahua-pipil. De
esta manera, la resignicación del topónimo por parte de las grandes
mayorías se ha convertido en un verdadero exterminio en el plano de las
representaciones sociales, al borrar de tajo a los otros pueblos ancestrales
que ocuparon lo que actualmente constituye la república de El Salvador.
Asimismo, el reducir cultural y territorialmente la raíz mesoamericana
permitió la asimilación colectiva del discurso que propaga la falacia de
la aniquilación de los “indios” mediante el terrorismo de Estado desatado
a lo largo de 1932; procurando así el blanqueamiento, mestizaje y
ulterior homogenización de la población bajo el concepto de ciudadanía.
En consecuencia, tales creencias populares afectan drásticamente la
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consolidación de una conciencia común desde la cual se admita la idea
de ser una sociedad multicultural y sobre la que se construya un proyecto
intercultural de nación.
A la vez, la elaboración social en torno al topónimo en discusión implica
el uso de una lengua materna externa, propia de lo que hoy es México,
la que fue utilizada por los ocupantes castellanos dentro de sus procesos
de expansión para interpretar y nombrar los territorios alcanzados, al
tener como traductores a indígenas aliados de habla nahuatl1, idioma que
comparte el mismo tronco lingüístico (yutoazteca) con la lengua madre
local, el nahuat: de Cushcatan pasó a ser Cuscatlán, deteriorando aún
más la inestable armazón identitaria actual.
La predominancia de un asentamiento nahua especíco también niega
rotundamente la existencia simultánea de diferentes núcleos políticos
que controlaban territorios bastante delimitados. Cushcatan realmente
fue parte de un entramado geopolítico nahua, que estaba inmerso en otras
1 Por respeto a los idiomas indígenas, a las palabras en nahuat u otra lengua materna no se les
colocará la tilde o acento gráco a lo largo del documento, con excepción de los topónimos
actuales al estar ya castellanizados en su pronunciación y escritura
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estructuras multiculturales a nivel local y regional. En esta disposición
territorial, posiblemente disputada, hacia el occidente se localizaba
– se localiza – un centro de poder que durante el período de Contacto
(1524 - 1528 d.C.)2 controló gran parte del espacio ocupado por los
llamados pipiles. Dentro de sus límites se encontraba un asentamiento
simbólicamente importante, que fue registrado por algunos tlacuilos o
escribas-pintores del ejército indígena aliado de los castellanos como
Tecpan Itzalco”, quienes otorgaron a este elementos y bienes culturales
vinculados a tradiciones antiguas y de prestigio a nivel mesoamericano.
A la vez, estos dibujantes dejaron plasmadas evidencias sobre la distribución
del territorio administrado por esta civilización mesoamericana y la
conguración espacial utilizada, cargadas de componentes fundacionales
arraigados en la cosmovisión y etnoconocimientos nahuas.
Mochizalco o “Todos los Izalcos”
La descripción de la primera incursión castellana a los actuales territorios
salvadoreños se encuentra en la segunda carta de relación que Pedro de
Alvarado le envió a Hernán Cortés, desde Ciudad de Santiago (cerca de
Iximche, Chimaltenango, Guatemala), con fecha 28 de julio de 1524. En
esta narra que, para el mes de junio del año mencionado, luego de pasar
por la localidad de Pasaco (actualmente en territorio guatemalteco), llegó
a otro pueblo llamado Mopicalco (Alvarado, 2000).
En esta primera expedición castellana es probable que Alvarado fue
informado por los indígenas aliados de habla nahuatl que se estaban
adentrando a “Mochizalco” o “Muchizalco3”, palabra que en la lengua
materna local (el nahuat) signica “Todos los Izalcos”. La deformación
del nombre, entonces, se debe a que muy probablemente el topónimo fue
mal registrado por el militar de habla castellana, error bastante frecuente
por parte de los europeos al momento de escribir términos provenientes
de idiomas mesoamericanos.
2 Se propone este período para el devenir histórico propio del espacio comprendido entre el río
Paz y el Lempa, mayoritariamente nahua, teniendo en cuenta que 1524 es el año de ingreso de
las empresas expansionistas europeas a estos territorios y 1528 la fundación de la primera villa
formal castellana. El espacio translémpico, hacia el oriente, tuvo una dinámica social diferente
durante el mismo período.
3 Existen variantes del nahuat en las que en lugar de la letra “O” se utiliza la “U”
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Fue Santiago I. Barberena quien propuso por primera vez esa interpretación
y traducción de “Mochizalco” en 1914, al armar que:
En mi concepto, el lugar donde llegó don Pedro con su gente era
la cabecera o metrópoli de la provincia «de los Izalcos» […] y el
nombre de la localidad debe haber sido Mochizalco, que signica
«todos los izalcos», para signicar que era la capital de la tribu o
nación. Dígase, pues, que llegó a Izalco. (Barberena, 1914:310)
De las armaciones realizadas por el académico a principios del siglo
XX se coincide en el signicado del nombre del lugar y la condición de
“capital” otorgada a Izalco. Sin embargo, se propone que la “nación”
fueron en realidad “Todos los Izalcos” y no solamente el actual distrito4
o pueblo de Izalco, al considerar lo que escribió Diego García de Palacio
en su carta a Felipe II de fecha 8 de marzo de 1576 en relación con la
provincia de Los Izalcos:
[…] Que es la cosa más rica y gruesa que Vuestra Majestad tiene
en estas partes, comienza del río Aguachapa [Ahuachapán] y
acaba en Gueymoco [Guaimoco] y costa de Tonalá, corre por
la misma costa diez y ocho leguas [...] En los términos y costa
de estos Yzalcos [Izalcos] está el puerto de Acajuca [Acajutla],
donde surgen y están los navíos que andan al trato del dicho cacao
y mercaderías que vienen del Perú y Nueva España […] De los
dichos Yzalcos [Izalcos] se van subiendo tres leguas hasta un lugar
que se llama Apaneca, tan fresco y aún frío, que es el extremo de
los lugares dichos. (García de Palacio, 2000, p. 40-41).
La descripción realizada por el oidor de la Real Audiencia de Guatemala,
García de Palacios, delimita de forma razonable el territorio que
Mochizalco ocupó desde tiempos ancestrales y permite saber que 52
años después del momento del contacto se mantenía la percepción de
esa antigua extensión espacial. Un aspecto importante por destacar es
4 Mediante la “Ley de reestructuración municipal”, aprobada en junio de 2023, fue reducido
el número de municipios (de 262 pasaron a 44). Esto implicó que las antiguas entidades
administrativas locales pasarán a ser “distritos”. Esta acción, implementada de manera
improvisada como una treta electoral por parte del partido ocialista, ignoró por completo
las divisiones territoriales ancestrales, que han venido siendo transgredidas desde 1532,
violentando con ello los ya deteriorados derechos de los pueblos indígenas.
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que el límite oriental descrito por el oidor coincide con lo registrado
por Alvarado en 1524 al llegar a Atehuan (Ateos), al ser este poblado
el lugar donde recibió a los mensajeros enviados por los señores de
Cushcatan (Cuscatlán). Tal detalle hace posible interpretar que los
delegados estaban esperando a los ejércitos invasores en los linderos
que compartían dos de los núcleos nahuas presentes en el occidente
y centro del territorio que en la actualidad le pertenece a la república
salvadoreña, así como, que el respeto mostrado por estos representantes
al no cruzar la frontera se debe a que ambas provincias poseían distintas
características y/o marcadas diferencias entre ellas, a pesar de compartir
un mismo tronco civilizatorio (nahua).
Esas discrepancia entre los centros de poder son el resultado directo del
sentido de pertenencia e identicación que caracterizaba la naturaleza de
los núcleos político-administrativos mesoamericanos:
Cada altépetl era como un país independiente, pues no sólo tenía
su propio gobierno, sino también su propia identidad cultural y
étnica que lo distinguía de sus vecinos. Tenían también su propia
historia que contaba la manera en que fue fundado y la manera en
que mantuvo su independencia (Navarrete, 2024, p.1)
Tlaxcaltecas en Mochizalco durante el período de contacto
El Manuscrito de Glasgow, una versión de 1584 del llamado Lienzo
de Tlaxcala del cronista Diego Muñoz Camargo (Brito, 2021), aporta
evidencia importante para lograr interpretar la transcendencia política y
simbólica de los antiguos Izalcos. Esta fuente fue elaborada por ilustradores
tlaxcaltecas para ser una probanza de méritos y servicios con el n de
obtener benecios, relacionados con su participación como pueblo aliado
en las empresas expansionistas castellanas de 1524, dirigidas por Hernán
Cortés, al momento del contacto e invasión de los territorios.
Los llamados indígenas amigos registraron en sus imágenes los poblados
donde se desarrollaron batallas en las que sus ejércitos participaron,
utilizando para ello un sistema de comunicación pictográco (combina
imágenes y escritura) (Margarita Cossich, comunicación personal, 26 de
agosto de 2024) y uno de escritura jeroglíca “logosilábico” (Margarita
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Cossich, 2024). Entre estos se encuentran lugares que ahora se ubican
en lo que se conoce como El Salvador, incluyendo asentamientos
que formaron parte de Mochizalco: Acatepec, Cuextlan, Acxotlan,
Tacushcalco y Tecpan Izalco, así como, Miahuatlan, ya que Alvarado
en su carta lo ubica espacialmente antes de Ateos, por ende, fuera de
Cushcatan y dentro de “Todos los Izalcos.
El sistema de comunicación es pictográco (combina imágenes y
escritura) y el sistema de escritura jeroglíca es logosilábico
En el manuscrito de Glasgow los tlaxcaltecas representaron a esos
pueblos en los que estuvieron combatiendo y lo hicieron replicando
una de las formas más frecuentes de ordenamiento territorial en los
asentamientos nahuas del valle central del México actual, en pleno
uso durante el período Posclásico mesoamericano, a la que llamaban
“altepetl”, como se observa en la Figura 1. Esta conguración espacial
estaba altamente denida por la cosmovisión y la memoria de los pueblos
que la habitaban, convirtiendo al manuscrito de Glasgow en una fuente
primordial para un acercamiento a las nociones generales en torno a la
gestión y planicación del territorio por parte de los pueblos nahuas
locales y su ordenamiento con base en la espiritualidad y la tradición
mnemónica
5
de estas civilizaciones ancestrales.
Desde la experiencia tlaxcalteca, indudablemente impregnada de
etnoconocimientos y cosmovisión, “Todos los Izalcos” fue percibido
como una articulación (huey altepetl o gran altepetl) de altepeme (plural
de altepetl en nahuatl) que estaban compuestos por parcialidades.
Disposición territorial muy conocida por este pueblo:
[…] En la lámina principal da cuenta de la existencia de un
ordenamiento bajo la concepción indígena mesoamericana,
pues se puede apreciar que en el centro aparecen representados
Tlaxcala y España y a los cuatro extremos las cuatro parcialidades
de la provincia, Tizatlán, Ocotelulco, Quiahuiztlán y Tepetícpac,
5 En el presente esfuerzo se sigue la propuesta de Yásnaya Elena Aguilar, lingüista de la etnia
Mixe (México), desde la cual se considera “más preciso hablar de “tradición mnemónica” en
lugar de “tradición oral” (Aguilar, 2017), ya que la palabra es el medio de trasmisión de una
memoria colectiva.
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que corresponden a un punto cardinal, dando como resultado la
composición de un quincunce. (Brito 2021:32).
Figura 1. Tacushcalco en la Lámina 296r-1 del Manuscrito de Glasgow.
Nota: Representación gráca realizada por los tlaxcaltecas del altepetl Tacushcalco o “Lugar de las
Casas de Armas”, consistente en el logograma (Tacushcal - casa de dardo o armas) sobre un cerro
(co - lugar) dibujado de manera unilineal. Dibujo digital por parte del autor e imagen tomada de:
https://lienzodetlaxcala.unam.mx/app/uploads/2021/01/296r-1.jpg?w=750
Al analizar el manuscrito de Glasgow, se hace evidente que ese
acoplamiento de espacios cargados individual y colectivamente de
identidad poseía características compartidas con el huey altepetl
Chalco del ahora México, descrito por Navarrete (2019) como “una
confederación de altépetl… [que] estaba constituida por al menos
once altépetl diferentes, cada uno con su propio tlatoani, reunidos en
cuatro grandes grupos o parcialidades: Tlalmanalco (o Tlacochcalco),
Amaquemecan, Chimalhuacan y Tenanco -Tepopollan.” (p. 342). Bajo
este patrón territorial la porción norte de esta confederación presentaba
una disposición similar a la sección sur de Mochizalco, al compartir el
nombre del altepetl (Tacushcalco en nahuat y Tlacochcalco en nahuatl)
y el de una de sus parcialidades (Acxotlan). Esto llevó a plantear que al
igual que el otro centro de poder ubicado a miles de kilómetros al norte,
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el núcleo nahua local se erigió como un gran altepetl, es decir, bajo un
sistema confederativo, como lo muestran las Figuras 2 y 3.
Figura 2. Organización del Huey Altepetl Chalco.
Nota. Modelo de disposición espacial ostentado por Chalco, estando al norte de esta el altepetl
Tlacochcalco y su parcialidad Acxotlan. Resaltado propio y Adaptado de El Altepetl Colonial y sus
Antecedentes Prehispánicos: Contexto Teórico-Historiográco (p. 47). Bernal y García, 2006, en
Fernández y García (Ed.) Territorialidad y Paisaje en el Altepetl del Siglo XVI (pp. 31-113). México,
Fondo de Cultura Económica.
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Figura 3. Posible organización del Huey Altepetl Mochizalco.
Nota. Propuesta de organización de Huey Altepetl Mochizalco, considerando las similitudes
presentadas con la Chalca.
La diferencia sobre la ubicación del altepetl Tacushcalco (Tlacochcalco)
en la distribución administrativa de Chalco y Los Izalcos se presume que
responde a elementos propios de la cosmovisión mesoamericana. Para
los mexicas ese término estaba íntimamente asociado al mundo de los
muertos:
El tlacochcalco se podía identicar con una sala, un arsenal o
un patio, pero el punto común siempre era su simbolismo, es
decir la materialización del rumbo cósmico asociado a las tierras
áridas del norte. Se trataba antes de todo de una manifestación
del Inframundo en la dimensión humana, así como de un
probable punto de acceso al Míctlan. Así que la idea transmitida
por la utilización de la palabra tlacochcalco tenía la prioridad
con respecto a las funciones y el arreglo espacial de un lugar.
(Mazzetto, 2014, p. 240 - 241)
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Contrario a las creencias de los grupos nahuas de Tenochtitlan, para
quienes el norte se vinculaba al inframundo, en la cosmovisión de Los
Izalcos el rumbo de los muertos y el Mictan (Mictlan en nahuatl) era el sur.
Este punto cardinal era conocido en nahuat como “Tatsinu”, literalmente
“La Dirección Hacia Abajo”, mientras su color era el negro (Schultze-
Jena, 2010), tonalidad que está asociada a la muerte, lo femenino y el
agua, bajo la concepción dual de los nahuas.
Por ello, en la disposición del axis mundi Izalca, Tacushcalco debía ocupar la
región austral de la confederación, al ser la que colinda con el océano (“huey
at” o “gran agua”) en el plano real y se convierte en el punto de ingreso al
inframundo en el nivel cosmogónico: la materialización del Mictan en el
taltipac (realidad humana). Esto demuestra claramente un arreglo espacial
a nivel regional en orden con la distribución cosmogónica de los nahuas y
como determinante para el desarrollo urbanístico mesoamericano.
¿Itzalco?
A través de esa fuente documental también es posible inferir una
propuesta del posible signicado del topónimo “Izalco” (Itzalco), al que
se le han adjudicado distintas acepciones a lo largo del tiempo. Con el
apoyo del tamachtiani Armando González, oriundo de las tierras izalcas,
y el Dr. Werner Hernández, neonahuablante y estudioso del nahuat, se
ha realizado un acercamiento de traducción basado en el logograma
utilizado por los tlaxcaltecas para representar Tecpan Itzalco (Figura 4),
análisis que consiste en:
1. La “corona” tlaxcalteca compuesta por una correa (yagual) y el
plumero tecpilotl, para representar la palabra Tecpan (castillo o
casa real), aportando con ello la idea de nobleza.
2. Nueve elementos que parecen gurar piedras, ubicados en el centro
de la “corona”.
Respecto a la llamada corona, Ruud Van Akkeren (2024)
menciona que:
En la iconografía mexicana estas plumas forman parte del tocado
señorial […] Se trata de una correa, y de un plumero llamado
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tecpilot. En el Lienzo de Tlaxcala se utiliza la correa y el plumero
para expresar el término tecpan, “palacio” […] En otros códices el
plumero Tecpilotl siempre nos reere a la sede de un señor. (p. 135)
Por otro lado, los nueve elementos del centro son muy similares a los que
muestra el logograma de Chalco en el lienzo de Tlaxcala (Figura 5), al
ser representado por “una casa con piedras dentro, tal vez chalchihuites”
(García y Martínez, 1983), elementos que están profundamente asociados
al agua y por tanto con el lago próximo a este altepetl:
[…] y al gran espejo de agua lo nombraban Chalchiuhtlicue. Fue
así como tomaron [el nombre] los acxoteca y teotenanca con
relación al agua, por lo que se hicieron llamar chalcas así como
queriendo signicar “gente de las orillas del agua” o acaso “gente
de las orillas del Chalchiuhmatlálatl” (Chimalpáhin citado por
Navarrete, 2019, p.350)
Por ello, se propone que las “piedras” al centro del yagual son en realidad
chalchihuites o jades y su presencia hace referencia a la cercanía de “Todos
los Izalcos” con el agua, como sucede con el logograma del huey altepetl
Chalco y su conexión con el lago, haciendo clara alusión a la colindancia
del océano pacico con el límite sur de la confederación Itzalca.
Bajo esta perspectiva, es posible considerar que los chalchihuites se
relacionan a la palabra Itzalco, sin embargo, la clave no se encuentra en
el elemento como tal, sino en su ubicación dentro del yagual: el centro.
De esta manera, se dedujo que Itzalco se traduce del nahuat al castellano
como “Lugar en Medio de” o “El Lugar del Medio o Centro:
Itzalan (“en medio de”) y ko (locativo), dando “la idea de un punto
céntrico” (Werner Hernández).
Itzalan - en medio, entre. Ku- lugar: Itzal + Ku = “lugar del medio”
(Armando González).
La extracción del signicado no “literal” de la imagen se enmarca gran
parte en la hipótesis de Margarita Cossich (comunicación personal, 16
de mayo de 2024), arqueóloga especialista en la escritura jeroglíca y
alfabética en nahuatl:
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REVISTA DE MUSEOLOGÍA OT, 2025 AÑO 15, n.º 17, ISSN 2078-0664, ISSNE 2307-3942, ISNI 0000 0001 2113 0101
Díaz Chávez, Hugo Vladimir. Mochizalco
Centro de Poder Político y Simbólico Nahua en el Suroeste Salvadoreño. p. 114-142
Toda la escritura jeroglíca no se puede traducir al español
viendo las imágenes, observando los dibujos, los logogramas o
los silabogramas. Es decir, la traducción al español y al náhuatl no
tiene nada que ver con la imagen que estamos viendo. Para lo que
sirven estas imágenes de los códices, que son escritura, es para
mostrar como suenan las palabras. Pero no se puede extraer de ahí,
de esa misma imagen, la traducción. Que nosotros, occidentales,
como vemos una imagen, un dibujo, decimos “si está ahí el dibujo
quiere decir esto en español”, sin embargo, esto tiene que pasar
por el fonetismo y al pasar por el fonetismo entonces ahí si ya se
traduce al español” (Cossich, 2024)
No obstante, en este caso, el logograma también representa o contiene
un elemento que posiblemente se aleje de lo fonético y se acerque a lo
simbólico. Más allá del sonido vinculado a los chalchihuites, palabra
que para Chalco correspondería a la silaba inicial CHAL, en Tecpan
Itzalco indicarían más bien, como se ha dicho, la posición o la idea de
estar al medio, a la vez que podría hacer referencia a la cercanía de la
confederación con el océano y/o más bien a la abundante presencia de
agua en sus territorios.
Respecto al mar, tal como lo menciona Chimalpáhin para el signicado
de chalcas, se puede estar ante un signicado interconectado con “las
orillas del agua” “las orillas del Chalchiuhmatlálatl”. Sin embargo, no es
de perder de vista que existe una diferencia importante en dos de los otros
tres asentamientos que ostentan el símbolo de palacio: Tecpanatitlan y
Tecpanapan, los que junto a Tecpan Pantitlan se encuentran dentro del
actual territorio guatemalteco. En los dos primeros, la corona tlaxcalteca
no encierra los elementos grácos que indican agua: atitlan (entre
aguas) y apan (río), sino más bien se encuentra sobre los mismos. En
igual condición se registró el correspondiente al tercer altepetl que no se
vincula con el líquido. Al considerar lo anterior salta la inquietud sobre
la posibilidad de referirse a la orilla o costa marítima. Sin embargo, es de
acotar que tampoco en el logograma de Chalco se hace referencia a un
límite, más aún, la mayoría de los chalchihuites se encuentran dentro de
la edicación, a excepción de uno que se localiza al frente de la entrada a
manera de pendiente, lo que posee bastante similitud con Tecpan Itzalco.
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Figura 4. Tecpan Itzalco en la Lámina 296v-1del Manuscrito de Glasgow.
Nota. Representación del altepetl Tecpan Itzalco (a) en la que se observa que el logograma
adjudicado por los tlaxcaltecas a este asentamiento se compone de una “corona tlaxcalteca” que
encierre nueve elementos en centro (b). Dibujo digital por parte del autor e imagen tomada de:
https://lienzodetlaxcala.unam.mx/app/ uploads/2021/01/296v-1.jpg?w=750
Figura 5.
Lámina 10 del Lienzo de Tlaxcala
Nota. Representación de Chalco en el Lienzo de Tlaxcala. Al comparar los elementos que
la componen con el logograma de Tecpan Itzalco, se observan similitudes en los jades o
chalchihuites dentro de la edicación y de la corona tlaxcalteca. Dibujo digital de Tecpan
Itzalco por parte del autor e imágenes tomadas de https://lienzodetlaxcala.unam.mx/lamina-10/
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Por otro lado, en la zona existen abundantes fuentes de agua y
topónimos que reejan esa condición junto al carácter sagrado del
vital líquido. Sonsonate y Sensunapan son ejemplos de la presencia de
innumerables nacimientos y ríos. El primero - Sensunat o Sentzunat- se
traduce como “Las Innumerables” o “Las Muchas Aguas” y el segundo
- Sentzunapan – corresponde a “Río Grande”, “Innumerables Ríos” o
“Donde Se Juntan Los Muchos Ríos” (Iniciativa Portadores del Náhuat,
2023). La naturaleza sacra, por su parte, se reeja en el topónimo
Atecozol: “Cuna de la Deidad del Agua” o más concretamente “Cuna
de la Sagrada Agua”.
Ante esto, la memoria plasmad Toda la escritura jeroglíca a y
evidenciada en los territorios a través de los topónimos podría indicar
que los chalchihuites al medio de la corona tlaxcalteca hacen referencia
a las diversas fuentes de agua albergadas dentro de los límites de la
antigua confederación y a la sacralidad del vital líquido desde la
cosmovisión nahua.
No obstante, queda pendiente ahondar aún más sobre el enorme
simbolismo e importancia cosmogónica que encierra el topónimo para
lograr llegar a una comprensión más completa de su nombre de manera
integral (Tecpan Itzalco), el que a lo mejor también determinó una
importante posición política y simbólica para el centro de poder Itzalca
dentro de los territorios nahuas.
Todo lo anterior, junto a la innegable naturaleza multicultural de lo que
ahora es El Salvador, elimina por completo la idea de que el nombre
mesoamericano de este país es Cushcatan o Cuscatlán y pone en serias
dudas la propuesta que este último asentamiento controló todo el territorio
pipil, en especial cuando su logograma carece de la “corona” tlaxcalteca.
Por otro lado, es posible plantear que la “capital” de la provincia fue
Tecpan Itzalco, fundamentado en el hecho de que la primera parte de
ese topónimo (Tecpan palacio casa real) hace referencia al lugar de
residencia de los pipiltzin (nobles o principales) o la sede de un señor,
como propone Van Akkeren (2024). A pesar de ello, tal como sucedió
con otros huey altepetl del centro de México, también es probable que
se reera a la confederación en su totalidad. Empero, tal como quedo
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plasmado en la segunda carta de relación de Alvarado, seguramente el
nombre de la región era Mochizalco (“Todos los Izalcos”) y su ciudad
central o principal fue Tecpan Itzalco.
¿Niños?
La corona tlaxcalteca junto a la presencia de bienes culturales y
asentamientos vinculados a la tradición tolteca, aportan datos sobre la
procedencia de la palabra pipil utilizada en la actualidad para referirse a
los pueblos nahuas locales. En primer lugar, se propone que básicamente
es un gentilicio basado en linaje, al ser la forma mediante la cual nos
reconocieron y llamaron los pueblos provenientes de otros lugares de
Mesoamérica, principalmente del valle central de México. En otras
palabras, es resultado de la otredad: como se percibieron y entendieron
las poblaciones foráneas desde sus parámetros identitarios en relación
con las civilizaciones locales. Al tomar en cuenta la presencia de
elementos simbólicos, como lo es tecpan, se sugiere que “pipil” proviene
de la deformación del término nahuatl “Pipiltzin”, palabra utilizada para
hacer referencia a la herencia noble identicada por los indígenas nahuas
foráneos al reconocer el antiguo linaje de las poblaciones locales.
En este mismo sentido y respecto a la discusión sobre la versión más
difundida, de que la palabra pipil fue utilizada como burla por los
indígenas aliados debido a que consideraron que las poblaciones locales
hablaban el nahuatl de manera infantil o como “niños”, es necesario
hacer hincapié en dos aspectos. En primer lugar, la palabra “pipiltzin”
literalmente signica “niño” en nahuat, por lo que se debe recordar
que ese gentilicio no fue utilizado por los pueblos nahuas del ahora El
Salvador para referirse a sí mismos (autónimo), sino que fue la forma
en la que los nahuas extranjeros les nombraron a ellos (exónimo). En
segundo lugar, Margarita Cossich (comunicación personal, 16 de mayo
de 2024) menciona que:
Los mexicas eran expertos en poner etnonimias a los otros grupos
culturales y en el siglo XVI decir que “hablabas como niño”
no es decirte [literalmente] niño, cipote6... sino que hablabas
6 En El Salvador “cipote” y “cipota” es la forma popular para referirse a los niños y niñas.
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un náhuatl antiguo. De hecho, el náhuat de Centroamérica
proviene de una migración muy antigua, llegando a fosilizarse
en esa región. Cuando llegan los mexicas, tlaxcaltecas, etc.;
[que son] de nueva generación, se sorprenden al escuchar ese
náhuatl antiguo”
Tanto como “nobles” o “niños”, el término pipil representa un título
que implica un linaje vinculado a la memoria de los pueblos. Este punto
de coincidencia presenta la posibilidad que ambos no sean excluyentes,
sino parte de una misma condición simbólica recreada desde un pasado
fundacional. A la condición de poseer una lengua antiquísima, se suma
que tanto “pipiltzin” como “Tecpan” son correlativos o bienes culturales
íntimamente asociados a la tradición tolteca, una herencia muy apreciada
y reconocida entre los pueblos mesoamericanos. Esta condición también
estuvo presente en Chalco, ya que según las relaciones y el “Memorial
breve acerca de la fundación de la ciudad de Colhuacan”, escritas
por el cronista e historiador nahua Domingo Francisco Chimalpáhin
Quauhtlehuanitzin a principios del siglo XVII, tanto los acxotecas como
los tlacochcalcas de la confederación chalca eran descendientes de
grupos toltecas.
Los fundadores del altepetl Chalco fueron los acxotecas, por lo que su
cabecera original fue Acxotlan. De acuerdo con Chimalpáhin, el lugar
de origen de esa población fue de “Tollan”, es decir, ostentaban una
raíz tolteca y enlazaban la fundación de la ciudad chalca al tecpancalli
o tecpan (palacio: lugar donde reside el tlatoani o gobernante genuino),
un bien cultural propio de esa tradición. Los tlacochcalcas, al contrario
de los primeros, fueron los últimos en llegar a Chalco y como los
acxotecas ostentaban la tradición tolteca, pero con un linaje distintos al
ser considerados por los otros pueblos como nobles (pipiltzin) que solo
se dedicaban a servir a Tezcatlipoca.
Todos estos elementos acentúan la importancia simbólica y el profundo
signicado de pipil. A pesar de ello, es necesario dejar claro que las
comunidades indígenas poseen el derecho inviolable a ejercer su
autonomía, por lo que pueden rechazar el uso actual de la palabra por
considerarla ofensiva. Más allá de eso, es necesario centrar esfuerzos
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para evitar en la media de lo posible que personas con prácticas ligadas
a la llamada Nueva Era y el neoindigenismo, pretendan desprestigiar el
término replicando falsos históricos y haciendo análisis superciales,
acciones que representan negar el linaje ancestral que poseen las
poblaciones nahuas locales. Ocasionando, como siempre sucede, la
continuidad del despojo histórico sufrido por los pueblos indígenas… en
especial en estos momentos en los que el vacío identitario ocasionado por
el corte abrupto de la transmisión oral intergeneracional de la tradición
mnemónica ancestral, luego del terrorismo de Estado implementado en
1932, está siendo llenado con elementos foráneos mediante un proceso
de mayanización, mexicanización y pachamamismo que avanza de
forma vertiginosa.
La Confederación Itzalca – El Huey Altepetl Tecpan Itzalco
Considerando las evidencias planteadas, en torno a extensión y
signicado simbólico, se propone que Tecpan Itzalco constituyó un huey
altepetl (gran altepetl) o una confederación. Tal como se compusieron
tradicionalmente en el centro del México antiguo, la confederación
izalca muy probablemente estaba integrada por cuatro parcialidades o
altepeme de menor envergadura en relación con la región confederal.
Una evidencia de esto es la existencia de Nahuizalco, el que se traduce
como “Izalco Cuatro” o “el Cuarto Izalco”, coincidiendo con el número
de partes que ostentaban estos antiguos territorios.
Siguiendo lo anterior, se han identicado al menos dos de las
parcialidades del huey altepetl Izalca: al sur Tacushcalco y al norte,
como se ha dicho, Nahuizalco. No obstante, siguiendo principalmente
lo planteado por el oidor García de Palacios y en menor grado en lo
estipulado por Pedro de Alvarado, muy posiblemente su lindero este fue
Guaymoco y el oeste Ahuachapán.
Una característica importante de la confederación izalca es su condición
multicultural y por ende cosmopolita. En el manuscrito de Glasgow es
posible reconocer al menos dos asentamientos ocupados por población
proveniente del ahora México. El primero es Cuextlan, en cuyo logograma
se aprecia la cabeza de un personaje ataviado con la “corona” tlaxcalteca,
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tal como se aprecia en la Figura 6. Su topónimo está estrechamente
vinculado a la cultura huasteca, al tener en cuenta que la representación
en el manuscrito se reere al nombre propio de un gobernante huasteco:
Cuextécatl. Cabe mencionar que esta palabra también era utilizada
para designar un título o alto rango militar mexica. Según Johansson
(2012) posee elementos simbólicos importantes al relacionarse con el
sobrenombre de “Tohuenyo”7, así como, rasgos mitológicos compartidos
o que fueron heredados por el rey dios tolteca Quetzalcoatl del principal
teenek8. El segundo lugar es Acxotlan, cuyos habitantes de acuerdo con
Ruud Van Akkeren (comunicación personal, 16 de junio de 2024) muy
probablemente estaban ligados al comercio de larga distancia, actividad
que fue ejercida por los acxotecas del centro de México en épocas
mesoamericanas. De igual manera señaló que el símbolo de este pueblo
era el acxoyatl o abeto, lo cual coincide con el logograma representado
en el manuscrito de Glasgow: un tan solo árbol sobre la gura unilineal
del cerro, detalle que se muestra en la Figura 7.
Ante la presencia de estos mercaderes mesoamericanos en Mochizalco es
posible considerar ocupaciones ligadas a comerciantes de otras etnias que
ejercían su ocio a través de grandes recorridos, en vista de la existencia
de localidades llamadas Pushtan (Nahuizalco, Sonsonate) y San Pedro
Puxtla (Ahuachapán), topónimos que se desprenden de los pochtecas o
comerciantes mexicas, cuyo símbolo o glifo era la ceiba - puchotl en
nahuatl y pushut en nahuat -, árbol que resguardaba bajo su follaje los
antiguos tianguis o mercados.
La armada Mochizalca: un solo territorio, un solo ejército
Quinientos años han transcurrido desde las primeras batallas de resistencia
nahuas en Acashual y Tacushcalco. Aquel junio de 1524, los comandantes
y estrategas de la armada izalca escogieron la mar del sur como escenario
para la guerra, a lo mejor para exaltar el carácter simbólico del océano
como entrada al reino de los muertos y ofrendarse en sacricio para el
señor del Mictan. De esta manera, Tecpan Itzalco abriría un nuevo ciclo
histórico al convertirse en el primer núcleo político-administrativo local
7 Vendedor de chiles y especies del que se enamoró la hija de Huémac al verlo en el mercado de
Tula, personaje que es asociado a Tezcatlipoca.
8 Forma en la que la población huasteca se llama a sí misma.
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en combatir las empresas expansionistas castellanas de manera unicada,
a través de la incorporación de sus altepeme y parcialidades en las
acciones insurgentes.
Figura 6
Lámina 295r-1 del Manuscrito de Glasgow.
Nota. Representación del altepetl Cuextlan, topónimo vinculado a la cultura huasteca en
general, lo cual se conrma con la vinculación de su logograma con un gobernante de dicho
pueblo llamado Cuextécatl. Imagen recuperada de https://lienzodetlaxcala.unam.mx/app/
uploads/2021/01/295r-1.jpg?w=750
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Figura 7. Lámina 295v-1 del Manuscrito de Glasgow.
Nota. Acxotlan representado por los tlaxcaltecas, utilizando como logograma un árbol,
posiblemente en referencia al acxoyatl o abeto, elemento simbólico de estos mercaderes de largo
alcance. Imagen recuperada de https://lienzodetlaxcala.unam.mx/app/uploads/2021/01/295v-1.
jpg?w=750
Pedro de Alvarado, que para ese momento ya era un militar con mucha
experiencia en las formas de lucha mesoamericanas, proporciona
datos importantes para inferir la estrategia Itzalca en su segunda carta
de relación:
[…] y de allí me partí á otro pueblo que se dice Mopicalco, y fui
recibido ni mas ni menos que de los otros; y cuando llegué al
pueblo no halle persona viva, y de aquí me partí para otro pueblo
llamado Acatepeque, a donde no hallé a nadie, antes estaba todo
despoblado. E siguiendo mi propósito que era de calar las dichas
cien leguas, me partí á otro pueblo que se dice Acaxual donde
bate la mar del Sur en él, y ya que llegaba á media legua del dicho
pueblo, vi los campos llenos de gente de guerra de él, con sus
plumajes y divisas, y con sus armas ofensivas y defensivas, en
mitad de un llano que me estaban esperando. (Alvarado, 2000, p.
28-29)
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A diferencia de Pasaco, donde el adelantado halló una “multitud
de gente” que expulsó del pueblo a la fuerza, al entrar a Muchizalco
(Mopicalco) comenzó a encontrar los pueblos abandonados. Situación
que cambia drásticamente al llegar a Acashual (Acaxual), lugar donde se
encontraba concentrada la hueste nahua. Esto hace posible plantear que,
al considerar la naturaleza de los huey altepeme, los asentamientos fueron
despoblados por orden del consejo compuesto por los representantes
de las cuatro entidades autónomas (pero integradas) que conformaban
la confederación, con el objetivo de agrupar a los guerreros en un solo
punto y de resguardar a las demás personas en otros espacios, tales como
las montañas cercanas.
De igual manera, la carta pone de maniesto que los pueblos de la
confederación realizaron preparativos ante el eminente enfrentamiento
contra los ejércitos invasores. A los guerreros se les proporcionó
coseletes o “armaduras” de algodón de tres dedos de grosor (un poco
más de 5 cm) que les cubría hasta los pies, a la vez que se reforzó la
cantidad de armas a disposición de estos: “venían tan armados, que el
que caía en el suelo no se podía levantar, y son sus armas unos coseletes
de tres dedos de algodón, y hasta en los pies, y echas, y lanzas largas”
(Alvarado, 2000, p. 29)
Muy probablemente a consecuencia de los resultados obtenidos por los
izalcas en sus dos primeros enfrentamientos, la estrategia de resistencia
fue diferente a partir de Tacushcalco y cambio drásticamente en el
siguiente núcleo político nahua. Del combate cuerpo a cuerpo en campo
abierto, descrito por Alvarado para Acashual y Tacushcalco, se pasó a
una nueva modalidad bélica en Cushcatan que poseía características
propias de una guerra de guerrillas, al optar por enmontañarse y utilizar
el territorio como un elemento estratégico de defensa y ataque:
[…] y llegando que llegué a esta Ciudad de Cuxcatlán, hallé
muchos indios della, que me recibieron y todo el pueblo alzado; y
mientras nos aposentamos, no quedó hombre dellos en el pueblo,
que todos se fueron á las sierras […] enviáronme decir que no
conocían a nadie, que no querían venir, que si algo les quería, que
allí estaban esperando con sus armas. (Alvarado, 2000, p. 30)
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Todo lo mencionado proporciona elementos signicativos en torno a una
estrategia implementada de forma confederativa en el caso de los Izalcos
y al seguimiento permanente que estos pueblos realizaron en relación con
el avance de las empresas castellanas.
La disolución paulatina de la confederación
Este ordenamiento de los territorios, cargado de simbolismos y
expresiones de poder ancestral, comenzó a ser cercenado pocos años
después del contacto. En la tasación de tributos realizadas por Francisco
Marroquín en 1532, primer obispo de Guatemala, antiguos pueblos que
constituyeron la confederación, tales como Nahuizalco y Guaymoco,
aparecen como parte de la Villa de San Salvador, mientras queda fuera de
la misma la gran mayoría de su territorio (Amaroli, 1991), especícamente
una enorme porción del espacio que hasta el siglo XIX pasaría a formar
parte del prístino El Salvador y posteriormente se convertiría en los
departamentos de Ahuachapán y Sonsonate, región que a inicios de la
ocupación castellana (aproximadamente a partir de 1528) fue adjudicada
a Ciudad de Santiago (Guatemala).
El mismo año de la tasación mencionada, fue dividido en dos el antiguo
Tecpan Izalco, otorgándole en encomienda a Antonio Diosdado el
ancestral Tacushcalco:
Por la presente se deposita en vos antonio diosdado vezino desta
ciudad de santiago, la mitad del pueblo de ytzccalco ques cerca
de la costa del sur camino de la villa de sant salvador [...]la qual
dicha mitad es la questá de la parte del pueblo de tlacuzcala, la
qual se os deposita con los señores y principales dellos con todos
los barrios y pueblos a ella sujetos y estancias” (Pedro de Alvarado
[1532] citado por Escalante [1992: 218])
En distintas etapas de la ocupación castellana (1528 – 1821 para la zona
estudiada) se mantuvo la visión colectiva y regional de la confederación
mediante el uso de su nombre en plural. Tous (2009 y 2011) cita a tres
cronistas que utilizaron esa forma colectiva para referirse a la zona:
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García de Palacios (1576): la “Provincia de los Izalcos es la cosa
más rica y gruesa que vuestra majestad tiene en estas partes [...] la
más abundante de cacao que se sabe” (2009: 66).
Ciudad Real (1586): “de aquel pueblo y de los comarcanos,
que llaman los Izalcos, se saca cada año gran suma de cargas
de cacao, porque es tierra muy rica y fértil de aquella fruta y
moneda” (2011: 66).
Torquemada (1615): “Los pueblos que llaman los Eçalcos es la
mayor huerta y mas abundante y rica de cacao y algodón que hay
en toda la Nueva España” (2011: 66).
La mutilación del antiguo territorio cedió un tanto luego de la
incorporación de Ahuachapán y Sonsonate a El Salvador en 1824,
luego de la independencia centroamericana. Sin embargo, la nueva
conguración de la nación basada en departamentos generó una
disposición territorial totalmente al margen de la raíz ancestral,
dividiendo la antigua confederación en Ahuachapán y Sonsonate.
En 2023 ese territorio milenario es nuevamente afectado por
la “Ley Especial para la Reestructuración Municipal”, la que
implicó la reducción a un máximo de cuatro municipios por
departamento y la creación de distritos, reorganización que restó
importancia al milenario nombre “Izalco” y otorgó notoriedad
a Sonsonate, topónimo mayormente vinculado al asentamiento
castellano llamado la “Santísima Trinidad de Sonsonate”, villa de
mercaderes fundada en 1553 y vinculada al puerto de Acajutla.
Es de tener claro que, las verdaderas intenciones de estas
desmembraciones territoriales han sido los desplomes del poder
geopolítico milenario que los pueblos ejercían. A grandes rasgos,
los quiebres sociales que eliminaron la autonomía indígena
y el control de sus territorios de manera sistemática fueron las
encomiendas en el período de contacto, la segregación étnica
(pueblos de indios) durante la ocupación, la eliminación de las
tierras comunales y ejidales en la consolidación de la nación
(1881 y 1882) y el terrorismo de Estado ejercido en 1932.
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Ejemplo claro de esta disminución de control es la perdida
de jurisdicción que la Alcaldía del Común de Izalco, último
remanente del antiguo cabildo de indios, ha experimentado ante
su contraparte occidental. Adolfo Herrera Vega (1961) incluye
en su obra “Expresión Literaria de Nuestra Vieja Raza” un
acta de entrega, fechada el 27 de enero de 1901, en la que los
funcionarios del común traspasaban varios “enseres” (1 guión,
1 partesana, 2 baras del tribunal, 1 mesa de altar, 1 cañón o seya
alcabuz, 1 bestido de tunco de monte, 2 cajas o seya tambores,
1 pito, 1 tepunaguaste y 2 camarines de imágenes San Miguel
y San Pablo que dirigen al tribunal), a la vez que hacían del
conocimiento sobre:
1. Las servidumbres de las acequias administradas: El Cuyúpul, El
Salto, El Garrucho, Los Encuentros, San Francisco, El Zizímitet,
Níspero Montés y El Corozo.
2. Los nacimientos: Salumaya, Amel, Tecuma, Mecitas y Tejar.
3. El solar del convento, la plaza pública y el campanario.
El documento citado demuestra que para ese momento ya no disponían de
tierras comunales, tierras de botadero ni tierras ejidales, pero mantenían
el control de espacios públicos, poseían nacimientos y administraban la
distribución del agua. En la actualidad la Alcaldía del Común ha sido
totalmente desplazada de estas facultades, intentando convertirla en una
expresión religiosa y folclórica.
En ese panorama desolador, como candil que ilumina, esta antigua
institución es la síntesis de 500 años de resistencia indígena, ya que
representa el testigo inquieto e insumiso que ha contemplado la pérdida
de autonomía que las antiguas civilizaciones ejercían sobre sus territorios.
A la vez, constituye un verdadero héroe cultural olvidado por la sociedad
salvadoreña, al resguardar la herencia nahua mezclada con la cosmovisión
suplantadora, hasta las entrañas, por una vorágine histórica despiadada.
Sin embargo, ese sincretismo no ha sido nunca una derrota, sino más bien
una victoria no reconocida ni asumida.
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REVISTA DE MUSEOLOGÍA OT, 2025 AÑO 15, n.º 17, ISSN 2078-0664, ISSNE 2307-3942, ISNI 0000 0001 2113 0101
Díaz Chávez, Hugo Vladimir. Mochizalco
Centro de Poder Político y Simbólico Nahua en el Suroeste Salvadoreño. p. 114-142
A pesar de ese desagradecimiento por parte de la nación, su lucha ha
dado frutos, al ser el recuerdo viviente del otrora gran poderío pipil. Por
ello, no es una coincidencia, ni mucho menos un accidente, que la única
alcaldía indígena en funcionamiento se encuentre en el centro – como
remanente insurgente – del ahora casi mítico Muchizalco.
Un asunto inconcluso
A pesar de los distintos quiebres históricos, en la actualidad para referirse
a una parte del antiguo Tecpan Itzalco aún se sigue utilizando el nombre
en plural: “Los Izalcos”, por ello la memoria ancestral materializada en
el territorio se revela y rebela. La confederación Izalca, de a poco y en
gotas de tiempo, sigue viva: aquellas milicias que se reunieron en un
solo ejército (la rebelde armada izalca) para enfrentar a los castellanos y
sus aliados siguen siendo recordadas cada junio; la Alcaldía del Común
aún herida, impulsada por sus principales y miembros indóciles, persiste
en digna resistencia; las rutas de comercio utilizadas por los pochtecas
y acxotecas que se asentaron en su espacio sagrado continúan siendo
caminadas por sus herederos; en el ahora México es posible que los
huastecas aún cuenten historias de aquellas épocas en la que sus abuelos
y abuelas vivieron en la región de los pipiltzin…Pero, sobre todo, Tecpan
ItzalcoMuchizalco “Todos los Izalcos”, pervive en la sangre nahua de
sus nietos y nietas, quienes todavía permanecen de pie en los territorios
otrora pertenecientes a la antigua y cosmopolita confederación de tradición
tolteca, fundada por nobles y emergida como uno de los mayores centros
de poder para el período Posclásico, cuyo linaje serpentea desde lo hondo
de su territorio en la memoria del ahora multicultural Izalco al ser su raíz
más profunda.
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DIRECCIÓN DE CULTURA
MUSEO UNIVERSITARIO DE ANTROPOLOGÍA
COLECCIÓN JOSÉ LUIS CABRERA
NOMBRE: Plato policromo Campana
DIMENSIONES: Alto: 12.9 cm; Ancho: 32 cm
Plato policromo, naranja, negro y rojo, tetrápode, con soportes cilíndricos
para sonajas. En el centro muestra dos personajes ataviados, posiblemente
deidades; en la pared muestra un patrón de personajes antropomorfos,
intercalados por posible representación de la milpa.